¿Una medida objetiva de corrupción?

8 junio, 2020
corrupción

Este artículo de Jordi Mas Elias, profesor de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la UOC, repasa desde un punto de vista histórico las diferentes medidas de corrupción y argumenta que, aunque todos los indicadores tienen sus limitaciones, un nuevo índice elaborado a partir de fuentes objetivas ayuda a complementar los otros índices subjetivos existentes [1].

La corrupción es un problema, no solo porque degrada y perjudica la calidad institucional de un país, sino por su dificultad de ser observada: es un fenómeno que ocurre en la clandestinidad, lejos de la luz pública, y no hay registro que nos permita detectarla con precisión. Para tratarla de un modo analítico y empírico, es preciso inferir su presencia en base a datos que nos puedan indicar de alguna manera la existencia del fenómeno.

Las medidas de corrupción más utilizadas en los últimos años han confiado en indicadores subjetivos para detectarla mediante preguntas a la población o a expertos. Se argumentaba que, delante de los problemas de fiabilidad de las medidas objetivas, la percepción de la corrupción podría ser una medida más fiable de capturar el fenómeno. Sin embargo, unos investigadores han desarrollado recientemente un índice que mide la corrupción a través de datos procedentes de fuentes documentales.

La percepción como indicador

Los primeros indicadores de corrupción aparecieron en Estados Unidos durante los años 90 y medían el concepto a partir de la cantidad de casos de corrupción investigados. En seguida se detectaron sus limitaciones: La corrupción investigada en un territorio puede obedecer a otras cuestiones que no tengan nada que ver con la corrupción real: puede ser debido a una mayor eficiencia de los tribunales y fiscales en el territorio en cuestión o incluso debido a una intencionalidad política concreta.

Delante de los problemas de fiabilidad asociados a la observación directa, los estudios de corrupción han recurrido a medidas subjetivas como opiniones de la ciudadanía, de empresarios y de expertos para medirla. Se piensa que en lugares con una percepción más alta de la corrupción habrá en efecto una mayor presencia del fenómeno. Las tres medidas más populares, el indicador de corrupción del European Quality of Government Index (EQGI) de la Universidad de Goteburgo (Charron et al., 2019), el Índice de Percepción de Corrupción (IPC) de Transparencia Internacional (Transparency Internacional, 2020) y el indicador de corrupción de World Governance Indicators (WGI) del Banco Mundial (Kaufmann et al., 2009), se basan en percepciones para calcular la corrupción.

El uso de las percepciones, como es obvio, también tienen sus inconvenientes: lo que consideramos corrupción varía según nuestra cultura (el mismo hecho puede parecer corrupción a un sueco pero no a un italiano), podemos ser más indulgentes con la corrupción si ha sido cometida por partidos afines a nuestra ideología (no la veremos tan preocupante si la cometen políticos de nuestro partido) y también podemos percibir más o menos corrupción según nuestra exposición a los medios de comunicación y a los casos destapados recientemente (aunque la corrupción se haya producido años atrás, percibiremos que la corrupción es alta en el momento que sale por las noticias).

La medida objetiva como complementaria de las subjetivas

En un intento de ofrecer otra perspectiva en el análisis de la corrupción, los investigadores Fazekas y Kocsis (2020) han desarrollado recientemente el Corruption Risk Index (CRI), un índice que mide la corrupción a través de datos procedentes de fuentes documentales. Es decir, en lugar de medidas subjetivas, utilizan medidas objetivas a través de la explotación de datos del Tenders Electronic Daily (TED), el diario europeo de contratación pública. A partir de su base de datos, los investigadores han desarrollado indicadores del riesgo de corrupción como la restricción injustificada a otros competidores o la existencia de un solo licitador en el concurso público.

En la siguiente tabla hemos comparado en cuanto a regiones europeas (NUTS2) el indicador subjetivo de corrupción EQGI y el indicador objetivo CRI. Hemos indicado en rojo las Comunidades Autónomas españolas (ver aquí la relación de códigos) y, en azul, Catalunya.

Tabla 1. Comparación entre una medida objetiva y una medida subjetiva de corrupción

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Observamos que la correlación entre las dos medidas de corrupción es bastante alta (0.616). Podemos deducir, por tanto, que las dos medidas parecen capturar aspectos o dimensiones de la misma realidad empírica, que es la corrupción. El CRI también tiene sus limitaciones, como por ejemplo que mide el riesgo de corrupción, no la corrupción en si misma, o que mide más bien la ‘alta corrupción’ (a gran escala) en lugar de la corrupción en general, donde la mayor cantidad de casos ocurrirá a pequeña escala. En conclusión, debemos entender la medida objetiva como complementaria a las medidas subjetivas existentes, que nos ayuda a avanzar en la captura de un fenómeno que presenta grandes dificultades para ser analizado con precisión.


Referencias

Charron, N., Lapuente, V. and Annoni, P. (2019) ‘Measuring Quality of Government in EU Regions Across Space and Time’. Regional Science, Vol. 98, No. 5, pp. 1925–1953.

Fazekas, M. and Kocsis, G. (2020) ‘Uncovering High-Level Corruption: Cross-National Objective Corruption Risk Indicators Using Public Procurement Data’. British Journal of Political Science, Vol. 50, No. 1, pp. 155–164.

Kaufmann, D., Kraay, A. and Mastruzzi, M. (2009) ‘Governance Matters VIII: Aggregate and Individual Governance Indicators 1996-2008’.

Transparency Internacional (2020) ‘Corruptions Perceptions Index 2019’.


[1] Una versión ampliada del artículo se puede encontrar en el siguiente RPubs.

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Autor / Autora
Profesor de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la UOC. Actualmente, su docencia e investigación se centran en la economía política internacional y la metodología y análisis de datos. Otros temas de interés son la Unión Europea y el regionalismo.
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